Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico. (Rayuela)

domingo, 31 de enero de 2010

Juguetes rotos.



A lo mejor no lo recuerdas, eras muy pequeño. Cierro los ojos y te veo jugando con aquel tren, fue un regalo de tu madre. Para ti, por tu cumpleaños. Y no lo sé, se me llena el alma de una congoja parecida a la que me sumen algunas canciones de Ismael Serrano. Seguro que no te acuerdas, pero te despertaba todas las mañanas con una canción suya… “Sucede que a veces” por ejemplo. Y tú eras capaz de tararearla todo el día. Hasta que te dormías. Y te dormías cuando te contaba pequeños relatos, siempre con alguna enseñanza de por medio, tú pensabas la moraleja y yo te miraba mientras ponías tu cara de “estoy aprendiendo”. Eras muy gracioso. Eras tan gracioso que hasta a Martina, la vieja borde del 3º, le hacías reír. Nunca nadie del bloque consiguió sacarle una sonrisa como tú. Desprendías energía. Estabas y estás lleno de vida. Ahora tienes un vago recuerdo de mí, fui tu amigo invisible durante toda tu infancia. Recorríamos de la mano patios de recreo y las calles del barrio. Nunca mediamos palabra, nos mirábamos y eso bastaba. Todos crecemos, supongo. Yo ahora pongo cervezas en un bar, en el mundo no tangible. Muchos ex amigos invisibles vienen y me cuentan sus penas, y yo tiro cañas y limpió la barra. Me acuerdo de ti. Muchos niños llegan a tener un colega ficticio, casi todos, quizás. Pero tú me pintaste con tal realidad que me creo humano. Espero volver a aparecer en tu vida un día de estos…mientras tanto seguiré echándote de menos.