Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico. (Rayuela)

viernes, 28 de mayo de 2010

Me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar.



-Hola soy yo, llamaba para decirte que aunque esté fuera, estoy dentro de tu casa, dando vueltas del baño a la cama. Te acaricio el pelo y respiro del aire que exhalas. Y flotando, y rodando, sacándote de tus casillas, sintiéndote a cada paso. Es tan corto el tiempo a tu lado, es tan largo cuando desapareces. Y me basta mirar de reojo tu ausencia para sentirme vacía. Y pienso en ti y nacen madreselvas a la mitad de mi cuerpo, y creo que nunca habrá menos. Estoy subiendo, cada vez te necesito más, espero a que las distancias se acorten para verte cruzar de nuevo la curva de mi espalda. El eterno absorber simultáneo de tu aliento. Cenizas de cuentos que regresan justo cuando los creías idos. No nos queda más que todo, y nada. Nunca creí que fuera tan mágico tenerlo todo por hacer, desperdigado por el suelo de madera clara, junto a un par de zapatillas y una mochila llena de pájaros, de sueños in crescendo, de ti, de tú, de nosotros.

domingo, 9 de mayo de 2010

Yo quiero ser cuento, ¿y tú?




Creo que fue entonces cuando todo cambió. Me había oído mil veces a mi misma alentando a mis amigas a seguir adelante con algo, pero aquella vez tuve que darme consejos a mí misma. He de decir que la luna y las estrellas hicieron muy bien su papel, que el mar tuvo un fuerte protagonismo.
Recuerdo que cuando iba al colegio y dimos las clases de sustantivos, los que más me llamaron la atención fueron los clasificados como obtusos. Pensar, sentir, amar… Amor. Es de esas palabras que cuando se te clavan ya no te las puedes quitar de encima. Creo que siempre me llevé bien con el amor, era y es una palabra perfecta, como volar, soñar y libertad. Me quedé solapada a esa palabra y todavía sigo llevándola en la mochila.
Hace 10 años, un día, después del colegio, mi padre me llevó a dar una vuelta por el paseo marítimo. Era verano y había terrazas por todos lados, con sus guiris, platazos de rabas y mesas de color plateado que abrasan si las dejas cinco minutos al sol. El caso es que yo paseaba con mi padre y entre la gente vimos a un tipo que tenía la mesa llena de libros apilados que cubrían el metro cuadrado de la mesa. Sonreía leyendo algo (ahora soy yo la que sonríe recordando la imagen). Mi padre y yo nos acercamos a él. Levantó la vista y elegí un libro al azar, el que me pareció que tenía la portada más colorida. Decidimos comprarlo. El de los libros me miró a los ojos unos segundos y me preguntó cómo me llamaba, después me dijo:

-Dime cuatro palabras…
-Eeeeeh...lápiz, goma, papel y bolígrafo.

En la primera página del libro las apuntó y luego escribió mi nombre en vertical. “Es preciso escribir nuestro libro de la vida, Siempre con alegría y sueños para que Todo lo que escribamos con nuestro lápiz Hoy y siempre tenga sentido…Si tú lo Eliges puedes usar la goma y borrar lo que Rompe tu sonrisa“

Cerró el libro y me lo dio mientras sonreía y se despedía de nosotros. Estoy convencida de que él sabía algo, aunque quizás no lo sepa explicar. Como cuando te piden que describas un olor o un sabor, lo máximo que puedes hacer es compararlo con algo ya conocido. Pero ni eso, la verdad, yo tampoco sabría explicar qué pasó y qué pasa.

Llegamos a casa y mi padre metió el libro en un cajón. Por su título, supongo que le pareció lo mejor. Transcurrieron cinco años en los que, en mi fuero interno, odiaba al tipo de la terraza por titular de aquella forma al libro que me firmó, que de alguna forma me prohibía leerlo. Nos cambiamos de casa y el libro se perdió entre cajas y sábanas viejas.

Antes de cumplir los diecisiete me enteré de que un hippie daba un concierto. Un hippie al que yo conocía de oídas por haber presentado un concurso de cantautores en el pueblo de mi amor platónico. Escuché sus canciones vía youtube y llamé a mi mejor amigo para que me acompañase a verle.

Y llegamos al concierto, me sabía frases sueltas de sus canciones pero me transmitía buen rollo y una energía que hasta entonces, pensé que sólo existía en las canciones de Crowded House. Mi mejor amigo ya había comprado dos discos y nos acercamos a él a que nos los firmase. Primero le tocó a mi amigo, luego a mí. Entonces me preguntó cuál era mi nombre y escribió en vertical las letras de mi nombre.
Tuve un deja-vu, llegué a casa y me puse a buscar aquel libro que diez años atrás no había podido leer. Apareció encima de un taco de revistas del 2000. Busqué, encontré y en efecto, era la misma persona. La misma letra, la misma fuerza escribiendo y la misma energía.

Ahora me da clase de guitarra junto a la luna, el mar y las estrellas.